Hoy liberé el silencio de tu boca
descorrí el cerrojo de los días y las horas
que te aprisiona
deseaba oírte, oír tu voz
deseaba sentir el recuerdo
deseaba recordar el olvido
deseaba desear el deseo
deseaba desearte
recobrar los temblores, escalofríos.
Necesitaba alimentarme de ti
necesitaba recuperar lo perdido
le pedí al cielo una estrella
aquella estrella... que una vez
que allá en la cima
que aunque tú no me quieras
yo te querré
siempre.
Yo le compré al cielo las Pléyades
hijas de Pléyone y Atlas
en recuerdo de una historia
en recuerdo de mil noches
que vivieron mi historia desesperada
y convertidas en estrellas de una noche inmensa
robaron el corazón a los hombres
como a aquel hombre que se enamoró de una estrella.
Recorrí los espacios eternos de la Vía Láctea
cabalgué a Pegaso
le hice compañía al Boyero
conversé con Arturo
en las profundas noches del cielo.
Te busqué en la lista de las notas del violín
creí hallarte en las orillas de las lágrimas
tumbada en la arena blanca
junto a ese profundo océano negro.
Creí hallarte en el silencio de los versos
que escuchabas en el crujido de la almohada
abrazando el humo de un pitillo
con lazos de sueños despiertos.
Creí que estabas tras las sombras de mi alcoba
confundida en el montón de mis deseos
creí que estabas esperándome
reflejada sonriente en las cristalinas aguas de mi espejo.
Creí verte asomada
transparentando la luna el perfil de tu cuerpo
y tú vuelta hacia mí sonriendo
cómplice de mis miradas
cómplice de mis deseos.
Hoy sé que no estás
que te has ido
hoy sé que en realidad eras un sueño
fuiste simplemente una ilusión
que comenzó ilusa en una orilla
junto al mar de los deseos.
Francisco Vila
("Siempre, es un Adverbio de Tiempo", poemario. A Coruña 2002)
descorrí el cerrojo de los días y las horas
que te aprisiona
deseaba oírte, oír tu voz
deseaba sentir el recuerdo
deseaba recordar el olvido
deseaba desear el deseo
deseaba desearte
recobrar los temblores, escalofríos.
Necesitaba alimentarme de ti
necesitaba recuperar lo perdido
le pedí al cielo una estrella
aquella estrella... que una vez
que allá en la cima
que aunque tú no me quieras
yo te querré
siempre.
Yo le compré al cielo las Pléyades
hijas de Pléyone y Atlas
en recuerdo de una historia
en recuerdo de mil noches
que vivieron mi historia desesperada
y convertidas en estrellas de una noche inmensa
robaron el corazón a los hombres
como a aquel hombre que se enamoró de una estrella.
Recorrí los espacios eternos de la Vía Láctea
cabalgué a Pegaso
le hice compañía al Boyero
conversé con Arturo
en las profundas noches del cielo.
Te busqué en la lista de las notas del violín
creí hallarte en las orillas de las lágrimas
tumbada en la arena blanca
junto a ese profundo océano negro.
Creí hallarte en el silencio de los versos
que escuchabas en el crujido de la almohada
abrazando el humo de un pitillo
con lazos de sueños despiertos.
Creí que estabas tras las sombras de mi alcoba
confundida en el montón de mis deseos
creí que estabas esperándome
reflejada sonriente en las cristalinas aguas de mi espejo.
Creí verte asomada
transparentando la luna el perfil de tu cuerpo
y tú vuelta hacia mí sonriendo
cómplice de mis miradas
cómplice de mis deseos.
Hoy sé que no estás
que te has ido
hoy sé que en realidad eras un sueño
fuiste simplemente una ilusión
que comenzó ilusa en una orilla
junto al mar de los deseos.
Francisco Vila
("Siempre, es un Adverbio de Tiempo", poemario. A Coruña 2002)
5 comentarios:
En el silencio de los versos
vive la ilusion soñada
para que soñemos despiertos
y cuando despertemos
sigamos viviendo la ilusion.
Un beso
Excelente poema .Gracias Francisco
por la expresión de tus sentimientos. Gracias por ser poeta.Le pedí al cielo una estrella y esa estrella que brilla
eres tú en nuestros corazones .
Una admiradora .Besos.Manuela.
Gracias a las dos por estar ahí.
Besos.
Siempre es bueno creer, pero no tan bueno ser credulo;Pues eso te lleva a desengaños, yo creo en tus versos.
Mega ¡Gracias! Sobre todo por tus últimas cinco palabras.
Un beso.
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