lunes, 9 de febrero de 2009

Hada celta II. A un cuadro y a una amiga.





La verdad es que tenía una deuda pendiente con este cuadro y con su creadora. Había acompañado a esta obra, el año pasado, de unos versos del poema completo. Mi intención era completar el poema en una unos días, pero los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y hasta hoy. Y hoy dije: "de hoy no pasa". Y aquí está. Espero que le guste a la madre de la criatura y a toda/o que lo quiera leer. Ya sabéis, si gusta o no, al final podéis dejar un comentario sobre el mismo, o sobre política, o sobre el tiempo, o sobre lo que quiera cada uno. Pero animaros. Gracias.




Diandra (El hada de las fuentes celtas)


En lo más recóndito del bosque

muy lejos

en lo más hondo del tronco de un árbol hueco

justo donde los robles más altos

cubren de hojas el cielo

dos ojillos atisban la hierba

un tembloroso y húmedo hocico

olisquea el aire

y el viento. Algo pasa

el pequeño lirón está inquieto.

Es el espíritu errante del bosque

el más valiente, el más pequeño

el que tiene miedo.

Siente y presiente el peligro

la simple brisa lo mantiene inquieto.

Alguien llora y añora

otros tiempos

cuando náyades, hadas y duendes bailaban

en las noches de luna llena

junto a las aguas del río

de cantos rodados

y alrededor de las fuentes de aguas alegres.

En un claro del bosque

frente a las altas cumbres

al pie de las frondosas laderas

donde la lluvia se convierte en bruma

se esconde el estanque secreto

el de las fiestas de hadas y duendes.

Allí se contaban historias y cuentos

trasformadas más tarde en leyendas.

Junto a él, en sus aguas transparentes

refresca sus pies descalzos Diandra

el hada de las fuentes celtas.

Descansa sus alas

de cristal transparente

y en su regazo se acunan

la brisa, las aguas del río

y la bruma.

Diandra medita, piensa

y sueña.

Con mirada triste añora los juegos y risas

en la casa grande de la colina

la mansión antigua y regia

desde donde dominaba sus tierras

el legendario y noble señor de Hibernnia.

Aquellos días felices

en los jardines secretos

entre altos cipreses, abetos

y flores de Dondiego

las luces mágicas inundaban las noches

compitiendo con las estrellas en sus vuelos.

Diandra recuerda

hundiendo sus pies desnudos

en las frías aguas

del río que la vela.

Es Diandra una historia

es un cuento en las noches de invierno

y en las noches de estío

al frescor de la luna llena

es Diandra una leyenda.

Diandra es la vida del bosque

es el aire del deshielo

y el calor tibio de la luz del sol

que lo atraviesa.

Es su aliento

es la bruma que en las ramas se enreda

es la magia y el misterio.

Si otra noche

el cristal de sus alas quietas

se volviese alegre y revuelto

batiendo el aire y removiendo estrellas

esa noche

volverían las mariposas

a bailar sus danzas en silencio

a la sombra de la luna

y a la luz de las hogueras.

Esa noche seré otra vez

aquel poeta

que dormido y ya sin fuerzas

escribió un poema

al espíritu del bosque

a la magia, al aire, a las sombras

al susurro del viento entre las ramas

a Diandra

el hada de las fuentes celtas.


"Diandra

el hada de las fuentes celtas

la de sonrisa triste

la de mirada ausente.

La que oculta sus pasos

entre la hierba fresca

y cuando el sol calienta

y el día crece

sus huellas huyen hacia la noche

y entre las sombras se pierden"

(Francisco Vila. “Diandra” El hada de las fuentes celtas. A Coruña, 2008)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Francisco, después de mis dos épicas travesías navales( trabajadas en la Universidad), al entrarme hoy en tu blog y encontrarme con tu Diandra ( El hada de las fuentes celtas), ha sido para mi, como si una suave brisa me arrancara de las profundidades marinas y en fugaz vuelo, me transportara hacía ese recóndito bosque, que tan metaforicamente describes en tu poema. A la vez, me he sentido como tu Diandra, pensativa, soñadora, añorante de cuentos de hadas y juegos juveniles...
Diandra, lo es todo en tu paradisiaco bosque, lleno de fragantes y olorosas metáforas que aún lo embellecen más. Tú, con tu poema, has conseguido darle un gran esplendor a ese bello cuadro.
Cariñosamente, Maruja Quesada.