jueves, 29 de enero de 2009

Las sombras de los sueños (Poema)




Qué mejor que un rincón en la costa de las Islas Cíes, frente a Vigo, en mi Galícia, para ubicar este poema.




Las sombras de los sueños


Las sombras de los sueños
en las pesadillas son azules
como el azul del mar a lo lejos
donde el horizonte se tensa
y las gaviotas se pierden en vuelo.
Las sombras de los sueños
desaparecen en el mar, entre la distancia y el cielo.
Pero hay una playa lejana
olvidada del destino, de la noche y del viento
donde las olas duermen sobre la arena
entre sábanas de cristal con ribetes de encaje de estrellas.
Allí fondearé mi barca, frente a esa playa olvidada
y lanzaré mis redes sobre las aguas azules
quiero pescar a los sueños mientras permanecen dormidos
escondidos entre las rocas
sin sombras que los vigilen.
Quiero que mi barca se llene
que rebose la bodega
que los sueños e desborden
y que inunden la cubierta.
Quiero zarpar cuanto antes y navegar mar adentro
intentando engañar a las sombras
ocultando mi barca en la noche
escondida detrás de una estrella.
Quiero por fin despertar de mi sueño
y contemplar en las olas
las sombras transparentes del océano inmenso.
(Francisco Vila. A Coruña, Octubre 2006)

martes, 27 de enero de 2009

Profundamente yo (Un poema)

Rosas isabelinas. De la tierra que mi mujer y yo trabajamos. Las he bautizado así en honor a ella, que a fin de cuentas es la que se encarga de las flores, yo intento hacer el resto de los trabajos "pesados".
He elegido las rosas para acompañar un pequeño y reciente poema mío. Espero que os guste, si no es así mandarme un comentario. Y si os gusta, mandarlo también.






Y la vida después... (Profundamente yo)


Del mar, las aguas
del cielo, las estrellas
de la vida, la muerte
del destino, la incertidumbre
y la duda.
Del amor ¡Quién sabe del amor!
Del amor, la sorpresa quizás
el desconcierto, la ilusión
las aguas, las estrellas
la incertidumbre
las dudas
y la muerte
y la vida después... la vida.
(Francisco Vila. A Coruña, 16 de Octubre de 2008)

miércoles, 21 de enero de 2009

Un poema, una tierra...


La tierra que yo trabajo, la que me da sus frutos, sus flores, sus satisfacciones. La que me compensa. Mi tierra.








Despierta niña


Alzó el vuelo, a la mañana, el viento
asomó la luz
el sol estiró sus brazos al cielo
las sombras y la noche
recostaron su descanso
en la orilla contraria al cansancio
y al sueño.
El trino de los pájaros se elevó
lento
el canto del gallo a lo lejos
despertó al corral
a las flores y al huerto.
Es la aurora que viene corriendo
gritó el ruiseñor alerta
es el aliento de la bruma
contestó el gorrión
son los dedos invisibles de la brisa
que descorren incansables a la niebla
cantó el jilguero.
Solamente es otro día
advirtió convencido el martín pescador
y en lo alto del monte
lo confirmó decidido el balido salvaje
del carnero.
La claridad y los brillos
retozaron sus destellos en la hierba
y las aguas de los ríos
mansas y tranquilas en la noche
a saludar al alba acudieron
alborozadas y ruidosas
navegando náyades y duendes.
Despierta niña de tus sueños
que la vida, de nuevo, está llamando a tu puerta
y como cada día insiste e insiste
que la atiendas, la acaricies
y le peines sus cabellos frente al espejo plateado
donde se reflejan
yu mirada aislada, su sonrisa
y mi silencio.
(Francisco Vila. "Despierta niña", poema. A Coruña, diciembre 2005)

sábado, 17 de enero de 2009

A Laureano Quesada, pintor y amigo.


Laureano Quesada. "El espejo", óleo.




Alguien dijo alguna vez que para que el arte sea arte, la obra debe decir algo, transmitir. Supongo que lo que a mi me dice y transmite la obra de Laureano es, simple y llanamente, que está creada por un artista que es arte puro y duro. Siente el arte y su arte lo saca de sus entrañas, lo desgarra hasta el lienzo. Por qué negarlo, la pintura de Laureano me llena el alma de poeta y lo tengo que confesar. Y es por eso que la acompaño con un humilde poema que podía haber sido escrito para este cuadro en particular.


A la vuelta de las horas...


A la vuelta de las horas
al regreso de un momento
le confesé al viento mis recuerdos
y me contestó la ausencia
con silencios y silencios.

(F. Vila, del libro de poemas "El lenguaje sutil". A Coruña, 2006)

lunes, 12 de enero de 2009

Pepe Gascón, El Escultor de Sueños.




Pepe Gascón en su taller, esculpiendo sueños.






Acababan de abandonarnos, como todos los años y resulta cruel decirlo, los tres Reyes Magos. De Papá Nöel ya ni se sabía donde estaba, se supone que en el Polo Norte. Aunque pensándolo bien, no se por qué se marchó ya que el Polo Norte sigue entre nosotros y no tiene visos de abandonarnos. Bien, pues como estaba explicando, los Magos de Oriente se habían ido, vaya usted a saber a donde, pero no a Oriente que allí poco o demasiado tendrían que hacer. Así que como para todos, era día siete de Enero y ya no estaban. Pero una de las cosas buenas que habían dejado era una reunión de la Sociedad Artística Ferrolana donde podíamos volver a encontrarnos una serie de amigos y colegas en esto de las artes plástico-literarias, para presentar un libro de cocina elaborado a base de las recetas más curiosas de un grupo de artistas y amigos de la Sociedad. Para ayudar, con su venta, a la Cocina Económica Ferrolana. Por mi parte recomiendo a todos los que me visitáis que lo compréis, merece la pena y así ayudáis a una buena causa. Lo podéis adquirir a través del contacto de la pagina de la Sociedad o directamente en la Papelera Ferrolana. Y en esa reunión de amigos pude charlar y disfrutar de la velada, entre otros, con un buen amigo, gran persona y gran artista, El Escultor de Sueños.

domingo, 11 de enero de 2009

A Maruja Quesada



F. Vila "La cocina de mis sueños". Carboncillo.




Este es un mal dibujo que he realizado para acompañar al poema que a continuación os presento y que en este caso se lo dedico a una compañera en este universos de los blogs; que forma parte de los enlaces de mi blog y que hace poco ha tenido el detalle de incluirme en el suyo, cosa que agradezco infinitamente; que todavía no tengo la suerte de conocerla personalmente. Que sin embargo ya conozco a su primo, uno de los grandes pintores de los que puede presumir este país, Laureano Quesada. Y que espero que le gusten mis "versos replicantes" (con todo mi cariño), a su entrada de blog "Ella no compensa mi ego" de Septiembre de 2008, creo. Os recomiendo "El blog de Maruja", para conocer, presumo, a una gran mujer, a una gran persona.



Cada cual...




Cada cual tiene su espacio

su rincón

su lugar de trabajo.

Yo, sin ir más lejos

compagino la cocina y el canto.

El canto de versos poéticos

justamente aderezados

con melodías, pimienta

sal, ajedrea

y una pizca de albahaca.

Y así, entre comidas, cenas y desayunos

sobre todo al caer la noche,

cuando ya no queda nadie

y me encuentro otra vez solo,

escribo para mí mismo, para el silencio

y para las sombras que alimentan

a una imaginación sin fondo.

Es mi cocina un lugar de trabajo

es mi pradera, es mi valle

es una cueva, es el mar

es el cielo

e incluso es mi aire.

Cuando al final ya me siento

y tomo la pluma en mi mano

al igual que el pintor el pincel, a modo de sable,

comienzan a fluir un verso tras otro

como gotas de sangre roja,

mi sangre.

Fluyen a borbotones

se desangran

en poemas de dos versos

o en poemas de mil palabras.

En ese instante invoco a las musas

para intentar conseguir la clave

que me permita entrar de puntillas,

sin que nadie se percate,

en ese mundo mágico, extraño, fantástico

donde los versos son el lenguaje

el firmamento es el olvido

el aire es mi aliento

y la luz de neón es el sol

que ilumina a los sueños.

Me sumerjo entonces en un lugar

donde los gritos se convierten en silencio

los susurros en el clamor del viento

la luz es la vida

y la noche, donde mora el alma

el espíritu supremo

que desde muy joven me guía

me acompaña y me lleva a las tierras

donde duermen los duendes,

donde habitan las hadas

y en donde los recuerdos se funden

en ríos rojos de lava.


Francisco Vila 30-03-07 (02:45 h)

viernes, 9 de enero de 2009

La muchacha de la Casa Luna XVII

Fina Cajiao, óleo.





Un campo de amapolas. Que mejor que la naturaleza con sus extremos de color y olor. Que mejor que este cuadro de Fina para despedir, temporalmente, la novela hasta dentro de unas semanas. Vamos, algo así como las series de TV cuando termina la temporada y después vuelven con más sorpresas y más energía. Rosetta y Ricardo se toman unas pequeñas vacaciones. Por lo tanto "La muchacha de la Casa Luna", último capitulo de la primera temporada. Vaya, pues no queda mal.


La muchacha de la Casa Luna

XVI I

Lograron salir de la comisaría casi sin darle al inspector Barroso ninguna explicación del motivo por el que habían vuelto. Ricardo se justificó con una queja banal y estúpida, pero ante todo lo que estaba ocurriendo y sobre todo ante la postura oficial, podía parecer hasta una queja o protesta lógica, de una actuación irresponsable. Y la explicación que Ricardo argumentó fue la siguiente: “Habían vuelto para, como periodistas que eran, hacer las fotos oportunas de lo acontecido la noche anterior para escribir el artículo correspondiente del “accidente” de la muchacha y cuando habían llegado, el servicio de limpieza estaba recogiendo la basura y limpiando la calle. Y claro, consecuentemente, habían alterado el lugar de los hechos borrando todo el encanto detectivesco-policiaco que tenía la noche anterior. Y parecía que al inspector le había convencido el enfado que Ricardo “aparentemente” tenía, porque hasta tobo el detalle de intentar tranquilizarme y pedirme disculpas por la actuación “irresponsable” de los barrenderos. Era curioso, no se había dado cuenta de que a aquel lugar y a aquella calle no acudían los barrenderos desde hacía meses, por no decir años.

La verdad es que se fueron de la comisaría a toda velocidad y en la primera cafetería que encontraron, a suficiente distancia de su “querido” inspector, entraron para poder desayunar saboreando un humeante “Colombia superior”, especialidad de la “boutique del café”, que es como ahora se denominan algunas cafeterías decoradas y ambientadas en un estilo “retro”, que la verdad sea dicha les da un halo de misterio al estilo Ágatha Christie, que a Ricardo le fascinaba. Así que entre sorbo y sorbo Rosetta volvió a insistir después de un largo silencio:

- ¿Por qué a nosotros Ricardo? ¿Por qué?

(Francisco Vila. “La muchacha de la Casa Luna, novela. A Coruña, nov. 2005)