viernes, 9 de enero de 2009

La muchacha de la Casa Luna XVII

Fina Cajiao, óleo.





Un campo de amapolas. Que mejor que la naturaleza con sus extremos de color y olor. Que mejor que este cuadro de Fina para despedir, temporalmente, la novela hasta dentro de unas semanas. Vamos, algo así como las series de TV cuando termina la temporada y después vuelven con más sorpresas y más energía. Rosetta y Ricardo se toman unas pequeñas vacaciones. Por lo tanto "La muchacha de la Casa Luna", último capitulo de la primera temporada. Vaya, pues no queda mal.


La muchacha de la Casa Luna

XVI I

Lograron salir de la comisaría casi sin darle al inspector Barroso ninguna explicación del motivo por el que habían vuelto. Ricardo se justificó con una queja banal y estúpida, pero ante todo lo que estaba ocurriendo y sobre todo ante la postura oficial, podía parecer hasta una queja o protesta lógica, de una actuación irresponsable. Y la explicación que Ricardo argumentó fue la siguiente: “Habían vuelto para, como periodistas que eran, hacer las fotos oportunas de lo acontecido la noche anterior para escribir el artículo correspondiente del “accidente” de la muchacha y cuando habían llegado, el servicio de limpieza estaba recogiendo la basura y limpiando la calle. Y claro, consecuentemente, habían alterado el lugar de los hechos borrando todo el encanto detectivesco-policiaco que tenía la noche anterior. Y parecía que al inspector le había convencido el enfado que Ricardo “aparentemente” tenía, porque hasta tobo el detalle de intentar tranquilizarme y pedirme disculpas por la actuación “irresponsable” de los barrenderos. Era curioso, no se había dado cuenta de que a aquel lugar y a aquella calle no acudían los barrenderos desde hacía meses, por no decir años.

La verdad es que se fueron de la comisaría a toda velocidad y en la primera cafetería que encontraron, a suficiente distancia de su “querido” inspector, entraron para poder desayunar saboreando un humeante “Colombia superior”, especialidad de la “boutique del café”, que es como ahora se denominan algunas cafeterías decoradas y ambientadas en un estilo “retro”, que la verdad sea dicha les da un halo de misterio al estilo Ágatha Christie, que a Ricardo le fascinaba. Así que entre sorbo y sorbo Rosetta volvió a insistir después de un largo silencio:

- ¿Por qué a nosotros Ricardo? ¿Por qué?

(Francisco Vila. “La muchacha de la Casa Luna, novela. A Coruña, nov. 2005)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me estaba acostumbrando a leer la novela y ahora nos dejas con la intriga. Echaré de menos el suspense y la incognita de saber qué va ocurrir cada semana. Seguro que la espera será compensada y pronto nos sorprenderás con otro capitulo de esa magnifica novela